Presentación
Como podrán constatar
por mi menguada estatura
jamás estaré a la altura
de quien voy a presentar,
sé que sabrán perdonar
este impulso, este arrebato,
pero el motivo es tan grato
que no lo dudé un momento
y hoy anuncio el nacimiento
de un magnífico relato.
¿Relato?, me cuestioné
en mi interior, por cautela,
¿no será mejor novela..?
Pues mira, sí, reafirmé,
que la historia de Atashé
por don Joaquín relatada
es la vida novelada
de un maho regio, de honor,
que defendió con valor
su Titorroygatra amada.
Buenas tardes.
He querido saludar a Atashé con décimas porque, además de ser
estrofas arraigadas en nuestra cultura, se construyen con diez versos, y
es precisamente el diez la calificación que propongo para esta singular
obra que hoy nos abre sus páginas con el sano objetivo de complacer
nuestros sentidos. Y doy fe de que así será porque he tenido el privilegio
de leerla con deleite, tanto que me pareció tan breve que por ello llegué a
ralentizar las palabras para prolongar en mis manos el goce de sus
hojas impresas. Quizás por deformación profesional, a medida que
iba introduciéndome en la trama daba cuerpo a un imaginario proyecto
para un aula con chicos y chicas ilusionados con la propuesta de
Atashé. Y fui hilvanando objetivos y actividades que el preciado
contenido del libro me sugería de tal manera que me vi recorriendo las
antiguas vegas y caseríos de la isla, hoy sepultadas por los malpaíses que
sembraron los volcanes históricos, inmerso en un paisaje rural con
hombres y mujeres temerosos de las frecuentes invasiones y tropelías a
las que en el siglo XVI estaban expuestos.
No es mi intención ni mi cometido aquí desvelar el contenido de la
obra, suficiente con hacer alusión a algunos detalles que considero
interesantes de la misma, como la época histórica en que Lanzarote era
una isla de señorío y que, si acierto en el empeño, me facilitará este
trabajo voluntario de despertar en todos ustedes el deseo de leerla.
Para manifestar las emociones que en mi ha dejado la lectura
recurro en varias momentos de esta intervención a la estrofa de Espinel
que me permite proyectar esas reflexiones que se quedan escondidas
entre de las páginas del libro cuando, con pereza, lo cierro.
Señorío
En las tierras del Señor,
suyas son todas las vegas,
las cañadas, las bodegas,
el ganado y el pastor;
el trigo y el labrador...,
del señor es todo, y más,
en estas tierras no hay paz
ni descanso tiene el pobre
y aunque la razón le sobre
carece de lo demás.
En las tierras del señor
una muchacha morisca
de verde mirada, arisca,
oculta su hondo dolor
en velo, no es por pudor:
le duele estar alejada
de aquella duna dorada
donde un día truncó su sueño
el Señor, el rico dueño,
en una cruel cabalgada.
Nos acerca Joaquín Nieto Reguera a aquellas escenas de pánico y
desconcierto que se produjeron en estas islas causadas por las frecuentes
incursiones de piratas y saqueadores que buscaban botines, incluidos
mujeres, y hombres, y niños, por los que evidentemente pedirían rescate o
utilizarían como mano de obra esclavizada. Pero toda acción tiene su
reacción, diría una persona de ciencias, y esas reacciones también se
produjeron en las llamadas cabalgadas, como la que nuestro autor
recrea artísticamente, como si las palabras las hubiera colocado con
atinadas y delicadas pinceladas de colores sobre el lienzo dorado de las
dunas de Berbería. Y claro, con esta sensibilidad artística de la que
hace gala don Joaquín, las localizaciones geográficas de los hechos, la
combinación de personajes históricos y de ficción, la agilidad con la que
se desarrolla la trama, y el amor, ingrediente imprescindible para una
novela de aventuras, ha propiciado que inevitablemente surja una obra
deliciosa, de amena lectura y, como al comienzo aludí, con tantos
matices pedagógicos que la hacen apta para su lectura y estudio
pormenorizado en las aulas.
Evidentemente la otra lectura que hacemos por placer, por el
interés que el autor despierta en cada uno de sus lectores, por la
aportación literaria que Atashé hace a la Biblioteca con mayúscula,
universal, por el acercamiento a hechos históricos, etc., desde el principio
la he dado por garantizada porque, a mi juicio, “Atashé el Grande”
reúne todos los requisitos necesarios para convertirse en una obra de
relectura. Y, sin riesgo de equivocarme, como documento válido de
aproximación e interpretación objetiva de las acciones que han quedado
registradas para la historia de estas islas como cabalgadas.
Alegres, de viento hinchadas,
las velas del galeón,
en la cubierta el patrón
da las voces adecuadas:
-¡las escotas bien casadas!,
-¡timón rumbo a Berbería!...,
nerviosos, en la crujía,
con los belfos espumados,
se revuelven asustados
burros y caballería.
Arrecia fuerte el alisio
se pierde el barco en la mar
las mujeres del lugar
retornan al sacrificio
del trabajo, sin oficio:
hijos, tierras, animales...,
no hay hombres en los bancales,
a luchar todos se han ido
Lanzarote se ha sumido
en sus miedos ancestrales.
Con el Señor se han marchado
demostrando su valor
todos los hombres de honor
para vengar al malvado
que aquí, en la isla, ha dejado
desolación, hambre y muerte;
otros, que no hubieron suerte,
cautivos en Berbería
aguardan que llegue el día
en que el Señor los liberte.
Quiero, asimismo, poner en valor el tratamiento del lenguaje que
hace don Joaquín en su nuevo trabajo cuidando en todo momento la
palabra adecuada, la forma correcta en la que se expresan sus
personajes, incluso en situaciones de riesgo y beligerancia, donde sería
fácil insertar exabruptos o expresiones reñidas con el buen gusto,
propiciando que el lector recorra sus páginas con esa sensación
placentera que nos invita a hacer de la lectura una actividad
continuada. Obviamente, Atashé es un texto que “anima a la
lectura”, tarea irrenunciable de todo docente y, sin duda, la razón por
la que nuestro autor proyecta su compromiso de educador permanente en
este libro, como lo ha hecho en otras obras que han precedido al
excelente trabajo que hoy presentamos.
Hice antes alusión al amor, como elemento indispensable en una
obra de aventuras, pero debo advertirles de que don Joaquín lo ha
sublimado, buscando para este pasaje uno de los lugares mágicos de
nuestra isla, la Cueva de los Verdes. Es allí donde Atashé y Zaida se
prometen ese amor incondicional que, para ser coherentes con el
momento histórico, deberá ser refrendado por el Señor de la isla. Un
amor al que nuestro protagonista sería capaz de renunciar si así lo
exigieran las circunstancias debido a la obediencia y el respeto que
profesa a don Agustín Herrera, Marqués y Señor de Lanzarote y
Fuerteventura.
Los destellos de olivina
visten la cueva de verde,
Zaida en su interior se pierde,
lleva una tea que ilumina
la senda mientras camina
bordeando el lago interior
donde juró por su honor
de princesa bereber
que sólo podría ser
de Atashé, el Grande, su amor.
También quiso don Joaquín, y creo que muy acertadamente, que
algunas de esas imágenes que él iba pergeñando mentalmente mientras
daba vida a sus personajes en la trama ilustrasen las páginas de
Atashé. Don José Socorro Alonso, reputado profesor de dibujo,
colaborador con nuestro autor en otros proyectos anteriores, nos regala la
vista con escenas tan sugerentes que provocan abstracción y consiguen el
objetivo de transportarnos a distintos momentos de nuestra lejana
historia. Asimismo el lector joven agradecerá este guiño deliberado que
hace al libro, si cabe, más atractivo.
Para finalizar mi intervención diré que don Joaquín Nieto
Reguera no es solo un hombre de palabras, con las que es capaz de
urdir aventuras y desventuras, amores y desamores, y llevarnos desde la
realidad más próxima a la ficción más imaginativa, como nos lo ha
hecho experimentar en su prolífica obra literaria; es también un hombre
de palabra, de compromiso, que en esta ocasión tiene, además del
significado de honestidad, el de la satisfacción de cumplir aquella
promesa que un día le hiciera a su madre, quien, como Atashé, nació y
amó esta hermosa isla de Lanzarote.
Concluyo. La lectura remueve en nuestro interior una serie de
emociones y sentimientos, es evidente que en cada persona serán
distintos, en mayor o menor intensidad y dependiendo de muchos
factores; pero sí puedo asegurar que esta última obra literaria de don
Joaquín no dejará a nadie indiferente por lo atractivo del tema, el
tratamiento cuidado de gramática y sintaxis, por el planteamiento que
hace de los principios y valores que deben encauzar nuestra conducta
humana, por el amor a esta isla de Lanzarote. Hago aquí un hueco
especial para resaltar el detalle de una de nuestras ancestrales
tradiciones, ya casi extinguida del uso cotidiano, me refiero a la
Bendición que respetuosamente era demandada a los padres y abuelos
por nuestros antecesores, incluso por nosotros cuando niños y que
Atashé no dudó en pedírsela a doña Inés después de un feliz
reencuentro.
Si además a todo lo referido sumamos la cuidada edición,
ilustrada, no nos quepa duda de que Atashé ocupará para siempre un
lugar privilegiado en ese anaquel reservado a la exclusividad que todas
las lectoras y todos los lectores tenemos dentro del corazón.
Gracias por la atención prestada.
Villa de Teguise, cuatro de febrero de dos mil diecinueve.
Jaime Quesada Martín.